El trabajo es posiblemente el primer motivo que nos impulsa a salir de Colombia, esa sensación de no querer ser asaltado porque no tenemos nada que nos roben y eso podría enojar al ladrón. Algunos tienen la oportunidad de viajar a países desarrollados como Australia o Canadá y así olvidarse de todas sus preocupaciones, pero a otros sólo nos queda mirar los países de fácil acceso y allí es donde se va complicando la cosa.
La economía de Chile no es mala, cuenta con mucha inversión extranjera, minería, tratados de libre comercio y turismo por lo cual siempre hay movimiento de capital, esto hace que la base laboral sea muy amplia para operarios, obreros, vendedores y encargados de atención al cliente. Las personas dispuestas a trabajar en cualquier rubro se podrán ubicar fácilmente y en menos de dos años ya tendrán una estabilidad económica que posiblemente supere la que los obligó a salir de Colombia
Las personas que vienen con un flamante diploma para ejercer su carrera van a tener más dificultades. Primero, no es tan fácil como parece, el mercado laboral se rige (igual que en todas partes) por la demanda de las carreras, el simple hecho de tener un título en dramaturgia veterinaria no asegura que consiga pronto un contrato. Un trabajo profesional puede tardar mucho tiempo en aparecer o no llegar nunca. Por otra parte el mercado está saturado por los mismos extranjeros, quienes aceptan cargos muy calificados por salarios ridículos afectando así las opciones de los demás.
Actualmente Chile no es un paraíso laboral, se puede trabajar pero entre más exigentes seamos con lo que queremos, quedará más difícil ubicarse. Los ingresos son un poco superiores a lo acostumbrado pero luego recordamos que Santiago está de 48 en el ranking de las ciudades más caras del mundo y todo se convierte en espuma.
Yo en el trabajo
Hace unos 6 años el mundo laboral colombiano no me estaba dando buen trato, salarios bajos a cambio de mucho sacrificio no parecía un pacto justo, así que, decidí buscar mi realización laboral en Chile, el país de economía sólida, destino preferido de los nuevos migrantes y el hogar de grandes literatos. Parecía un paraíso donde mi carrera de periodista cultural podría continuar creciendo a la vez que me permitiera vivir dignamente.
Viajé con más esperanzas que conocidos, conseguí una “reunión” con alguien que me podría poner en contacto con mis áreas de interés, pero mi ilusión se fue desinflando de forma lamentable y grotesca cuando la reunión consistió en ver a ese alguien cocinando su almuerzo mientras me ignoraba. Cuando intenté llevar la conversación a donde se suponía que debía estar, lo único que recibí por respuesta fue una anécdota que contaba como este personaje disfrutaba el chocolate colombiano a pesar de que le producía flatulencias por montones.
Desde ese día mis esperanzas se fueron en picada y sólo se detenían para tropezar de nuevo, algunos se molestaban al pedirles ayuda, otros me daban valiosos consejos como “busca en internet” y en general fueron todos momentos igualmente decepcionantes que cerraban mis probabilidades. Mi título profesional se fue desvaneciendo a la par que veía la necesidad de empezar a trabajar. Es así como mi sueño chileno terminó convirtiéndome en un bodeguero con un prontuario infinito en bolsas de empleo y aplicaciones laborales completamente infructíferas, con un trabajo estable que ha ido mejorando conforme pasa el tiempo pero siempre lejos de lo que me gusta hacer.